Lucas 20:27-47

Sobre el Matrimonio y la Resurrección (26-40)

Los Saduceos eran un grupo de hombres judíos que en su mayoría eran sacerdotes, ricos y felices con el hecho de que Israel estuviera bajo el dominio romano. Eran conservadores y practicaban una religión vacía basada en los primeros cinco libros de la Biblia, pero aceptaban sólo el mundo material como realidad, negando la resurrección.

Para probar lo absurdo de la resurrección, le hicieron una pregunta a Jesús acerca de una ley relacionada con los hermanos de un hombre fallecido que se casaba con la viuda para darle una herencia para sus hijos (Deuteronomio 25:5-6).

La pregunta era sobre lo más complicado e hipotético que se podía imaginar. Un hermano se casó con una mujer y luego murió, sin tener hijos para heredar su tierra. El segundo hermano se casó con ella, al igual que los siete, tratando de producir una descendencia, pero todos murieron habiendo fracasado en su objetivo de dar a luz. La pregunta: en la resurrección, ¿qué marido se queda con la viuda? (27-33) Asumieron que si no se puede saber de quién será la esposa de la viuda en la resurrección, ¿cómo se puede tener una resurrección donde todo se arregla?

Jesús hizo algunos puntos esenciales en Su respuesta.

  1. La vida de resurrección no es exactamente lo mismo que la vida que estamos experimentando ahora mismo (34).

  2. La muerte será abolida (36).

  3. Las relaciones sexuales para continuar una línea familiar particular serán irrelevantes (35).

  4. Los resucitados llegarán a ser como ángeles—no ángeles, sino como ángeles. La manera en que los resucitados llegarían a ser como ángeles es que vivirían vidas inmortales. La principal diferencia entre los ángeles y los humanos: los humanos tendrán cuerpos en la resurrección (36).

  5. Los cuerpos resucitados serían diferentes a los actuales, pero encajarían en la nueva era y el mundo en el que vivirían (37).

Entonces Jesús apeló al Éxodo, uno de los libros de la Biblia que los Saduceos sostenían como su fuente de verdad al definir lo que creían, incluso sobre todas las cosas de Dios. De Éxodo, Jesús señaló que en el pasaje que detalla la experiencia de Moisés con la zarza ardiente (Éxodo 3:6), Yahveh se llamó a Si Mismo el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, indicando que Él era actualmente el Dios de tres patriarcas que habían muerto, pero que todavía estaban vivos. Jesús estaba insistiendo en que Dios es el Dios de la vida de resurrección, no sólo de la existencia física (38).

Esto puso fin a los intentos de engañarlo para que comprometiera las respuestas a sus absurdas preguntas. Jesús de alguna manera cambió cada pregunta y a los Saduceos los hizo parecer tontos (39-40). 

 

¿El Hijo de Quién es Cristo? (41-44)

Jesús, sin embargo, no se detuvo ahí. Citó el Salmo 110. Estaba tratando de derrocar una idea errónea y común entre los judíos de que el Mesías, el Rey prometido por Dios, era un mero Hombre, un Hijo de David, que vendría y pelearía sus batallas militares, establecería un sistema político impresionante, y reconstruiría un templo santo real, gobernando con justicia.

Jesús, al usar el Salmo 110, estaba tratando de señalar la realidad. Jesús planteó una pregunta: ¿cómo puede alguien decir que el Cristo es el Hijo de David? Como texto de prueba, citó el Salmo 110 donde David señaló que el Señor, Yahveh, dijo al Señor de David, el Mesías venidero: "Siéntate a mi diestra". Si el Mesías prometido se iba a sentar a la diestra de Dios y someter a todos sus enemigos, ¿cómo podía ser sólo un ser humano?

Jesús buscaba hacer comprender a los judíos que el Mesías prometido era algo más que un Rey humano realmente dotado, un Hijo de David. Jesús no negó que era el Hijo de David, sino que también era el Señor de David. Era la intención y el designio de Dios que el Señor de David también se convirtiera en el Hijo de David (41-44). 

 

La Inutilidad de la Teología (45-47)

Entonces Jesús señaló que la teología de los escribas, de mente elevada y que conocían tan bien la palabra, que caminaban con largas túnicas, amaban los lugares de honor, amaban las largas y pretenciosas oraciones, no tenían compasión por el dolor porque no se habían inclinado ante el Señor de David. Inclinarse ante el Señor de David habría sido un cambio de vida teológico y un cambio de carácter. Habrían llegado a ser como el Hijo y Señor de David, compasivos. Pero por haber rechazado al Hijo de David, el Señor, sufrirían una mayor condenación (45-47).  


Salmo 64

Dios me protege de las conspiraciones

El Salmo 64 es un "Salmo de Confesión" y posiblemente fue escrito cuando David huía de Saúl o de Absalón. 

El Salmo puede dividirse en tres unidades:

  1. El Dios que protege (1-2)

  2. El mal que conspira (3-6)

  3. El Dios que juzga (7-10)

Propósito: Mostrarnos de nuevo cómo orar cuando somos perseguidos por un enemigo y alejados de la aparente y prometida voluntad de Dios.